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Incómoda Zona de Confort


Conocé la historia de Cecilia Moral, licenciada en Relaciones Públicas. La incomodidad de la zona de confort la llevó a México.

Zona de Confort: Tres palabras que no dejaban de rondar en mi cabeza desde un poco después de recibirme.

Había terminado una etapa que no sólo definía qué hacía, sino quién era: “estudiante”. Mi ser estructurado no podía permitir que la incertidumbre me ganara, ante lo que la tapé con trabajo (mucho), estudios, y con todo tipo de elemento que justificara que mi vida, así, tal cual estaba, era perfecta.

Sin embargo, no importaba cuántas palabras obtenía, éstas no alcanzaban para callar mi voz interna, lo suficientemente inteligente como para saber cuándo y cómo inmiscuirse para hacerse omnipotente.

Así, los meses fueron pasando y mi vida estaba bien: linda ciudad, hermosa familia, amigos de los mejores, trabajo, y confort… ese confort que se hacía insoportablemente incómodo.

Poco a poco, fui escuchando a esa voz interna, la cual no era lo suficientemente clara, sólo me indicaba que “había algo más”, pero no a qué se refería ni cómo hacerlo.

Sentía que estaba relacionado con viajar, conocer otras culturas, otra gente, pero, claro, mi mente altamente estructurada no concebía otras formas de viajar que no fuesen vacaciones.

Hasta que poco a poco comencé a investigar y a descubrir que había modos muy alternativos de vivir, y que no hay nada “bueno o malo” per se, sino que es absolutamente circunstancial de la persona y del momento.

Mi carrera siempre fue un punto importante en mi vida, por lo que la opción de tomarme un año sabático no era para mí. Hasta que una amiga me contó de AIESEC.

Tras mucho meditarlo me anoté en este proceso y una oferta lo suficientemente atractiva llegó, pero con un detalle: tenía que tomar la decisión en 20 DÍAS. En ese momento cualquier tipo de excusa parecía válida para aferrarme a mi querida zona de confort.

Sin embargo, mi voz interna ganó, y así, con un pánico y una angustia terrible decidí venirme a México para trabajar en Marketing en GlaxoSmithKline.

Fueron 20 días de una montaña rusa emocional, en la que cada ropa, cada libro, cada elemento suponía dejar una etapa atrás. Así, de pronto me vi en Ezeiza, y luego de un abrazo eterno con mi viejo y bastantes lágrimas, caminé sola por el pasillo interminable de migraciones para emprender mi gran viaje.

El comienzo no fue fácil, a sólo un mes de las fiestas (llegué el 25 de noviembre), la nostalgia no quería dejarme.

Pero poquito a poco, gracias a la enorme calidez de la gente que me rodea, fui haciendo de México mi casa.

¿Cómo puedo describir mi experiencia? Simplemente en una sola palabra: DESAFÍO. Desafío de renunciar a las comodidades, a lo conocido, a lo estable, para aventurarme a una nueva cultura, un nuevo trabajo, en fin… una nueva vida.

Con ese desafío logré descubrirme, (o reinventarme, no sé), convirtiéndose la apertura en la premisa fundamental de mi ser. Más allá de cuán trillado pareciera ser, esto te cambia, la valoración de lo que se tiene, de lo que se dejó, del apoyo familiar adquiere dimensiones que antes parecían desproporcionadas. Y con un cúmulo de emociones que parecen no terminarse, las exigencias laborales presentan aún más desafíos.

Y así, con mes y medio en la oficina, me hicieron responsable de marcas y presentar una de ellas ante el Vicepresidente de Latinoamérica. (No mentí cuando hablé de intensidad, ¿no?)

Pero el pragmatismo exigido en el mundo laboral se compensa con “ese no sé qué” de México, su misticismo, su espiritualidad, a lo que es me es posible acercarme cada fin de semana: pirámides, playas, cerros… y la gente, la hermosa gente de México que no desiste de mantener –casi- intacta la herencia originaria.

Cuando me pidieron que escribiera esto, pensé “aún estoy en la mitad del proceso, me quedan 3 meses más, no puedo escribir una conclusión al respecto” e inmediatamente después deduje “si la vida es movimiento, ¿la conclusión no es una ilusión?”

Así que acá me encuentran, contándoles mi experiencia. ¿Cómo terminará? ¡Ni idea! ¿Me da miedo? ¿Incertidumbre? ¡NO tienen idea! Pero es un miedo que impulsa, que empuja,que invita al movimiento, así que… ¡A continuar el viaje!

Y a vos, ¿Qué te pareció la historia de Ceci?

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